¿Ha oído hablar alguna vez del término Andragogía?
Aunque el término no se utiliza mucho en el sector educativo, es muy pertinente para quienes tienen como principal público destinatario a los estudiantes adultos.
La andragogía es una metodología pedagógica centrada en la educación de adultos.
Alexander Kapp, educador y editor alemán, utilizó el término por primera vez en 1833, pero no fue hasta la década de 1970, con Malcom Shepherd Knowles, cuando el método empezó a difundirse y aplicarse.
El educador estadounidense es un referente en materia de Andragogía.
Paulo Freire, el educador brasileño de fama mundial, también fue responsable de esta difusión. Realizó una serie de estudios prácticos y descubrió los principios de la andragogía.
Las motivaciones de los adultos para aprender son distintas de las de los niños o adolescentes.
Además, su forma de asimilar los contenidos también es completamente distinta.
Un niño, por ejemplo, tiene poca experiencia vital y todo el aprendizaje se basa en el primer contacto con el tema. En otras palabras, todo es nuevo y relevante para ellos.
Sin embargo, en la edad adulta este proceso de aprendizaje disminuye.
Cada uno de nosotros tiene una experiencia vital diferente y aspira a objetivos distintos, lo que significa que el mismo método de enseñanza no se aplica a todos.
La andragogía comprende esta necesidad y, por tanto, aboga por un proceso de aprendizaje mucho más activo y participativo por parte del alumno.
En la edad adulta, diversos factores externos e internos influyen en el proceso de aprendizaje.
En esta etapa, la educación se basa en contenidos que pueden aportar un valor añadido efectivo a tu vida personal o profesional.
Por lo tanto, los antecedentes y los objetivos del alumno influyen directamente en su aprendizaje, porque cuando se propone un curso o algo por el estilo, el alumno es plenamente consciente de los resultados que espera obtener y de lo que necesita para su vida en general.
Esto no ocurre en la infancia o la adolescencia, porque todo lo aprendido se utilizará más adelante y la necesidad práctica sigue siendo un factor lejano.
La andragogía busca precisamente esta aplicabilidad y entiende que cada individuo tiene facilidad o dificultad en un determinado aspecto.
Por tanto, proporciona un aprendizaje mucho más eficaz gracias a su personalización.
La andragogía, al igual que la pedagogía, tiene un objetivo común. Su objeto de estudio es la enseñanza y el aprendizaje. Sin embargo, sus aplicaciones prácticas tienen objetivos diferentes.
Mientras que la pedagogía estudia el aprendizaje centrándose en niños y adolescentes, la andragogía, como hemos visto antes, se aplica a la enseñanza de adultos.
En pedagogía, los niños y adolescentes dependen en gran medida de los profesores en su proceso de aprendizaje.
Es el profesor quien fija el contenido, la frecuencia de las clases y a menudo incluso desempeña el papel de animador y verdadero supervisor del rendimiento de cada alumno.
En otras palabras, la enseñanza aquí es mucho más pasiva.
Los alumnos no participan activamente en las clases y su único trabajo es absorber el contenido.
Esto es sumamente natural, en función de la edad del alumno y de su proceso de desarrollo.
Todo es nuevo y el estímulo constante es esencial para que el alumno asimile el contenido y comprenda su importancia.
En la andragogía, en cambio, el alumno desempeña un papel mucho más activo y el profesor un papel más de intermediario.
La enseñanza se centra en el alumno y sus necesidades reales.
Por ello, los contenidos que se imparten tienen aplicaciones prácticas e inmediatas.
Además, a diferencia de la pedagogía, el alumno tiene un gran interés en absorber la mayor cantidad posible de conocimientos en el aula.
En este caso, el profesor no es el único poseedor de conocimientos.
Las clases fluyen de forma mucho más participativa, ya que los alumnos pueden aportar conocimientos externos, ideas para los temas y expresar sus necesidades.
De este modo, el aprendizaje se convierte en una vía de doble sentido.
Los alumnos pueden y deben tener esta actitud, y es algo que se fomenta en la metodología para que los estudiantes no dependan exclusivamente de las clases, sino que busquen nuevos contenidos y dicten su propio ritmo de estudio.
La andragogía tiene unos pilares básicos que guían la metodología.
Entre ellas, hemos enumerado las más características para ilustrarlas.
El mundo empresarial se beneficia directamente de este modelo de enseñanza, ya que al animar a los empleados a aprender y desempeñar un papel activo en la búsqueda de conocimientos, la empresa en su conjunto tiende a salir ganando.
Al fin y al cabo, este tipo de actitud fomenta la innovación, que se traduce en excelentes resultados estratégicos para la empresa en su conjunto, como la optimización de procesos y otras actividades cotidianas. Además, por supuesto, de la ventaja competitiva que supone contar con profesionales cada vez más cualificados.
Los programas de formación corporativa ya han demostrado ser beneficiosos para las empresas, pero es posible hacer que este tipo de incentivo para los empleados sea aún más eficaz.
La andragogía garantiza que la enseñanza responda a las necesidades reales del alumno, moldeando la enseñanza en función de su desarrollo y de su aplicabilidad en la vida cotidiana.
Por eso, combinar ambas prácticas garantiza una enseñanza mucho más específica y eficaz.